Todos hemos oído hablar de la famosa, o mejor dicho, tristemente célebre “grieta” la cual, generalmente tendemos a asociar con el mundo de la política y desde Republicanos vs. Demócratas, Trumpistas vs. Anti-Trump, Izquierda vs. Derecha y mucho más, el mundo ha pasado a dividirse en bandos donde cada uno parece querer y creer tener la razón.
El mundo de la Música
Country, por lo menos por Sudamérica, no parece haber escapado a esta
tendencia y ya han surgido varias grietas y separaciones. Tenemos, por ejemplo,
a los fanáticos del line dance contra aquellos que les importa un rábano
tal o cual paso: los primeros parecen considerar esencial bailar mientras una
banda toca y bailan cualquier cosa, por más imposible de seguir que sea.
Son los capaces de hacer pasitos al ritmo de un disco de Landriscina, por ejemplo.
Los otros, los ajenos al mundo de la punta-taco, punta-taco, pueden disfrutar
de la música sin necesariamente andar sacudiendo la osamenta. Hasta ahora,
ambos mundos parecen haber convivido en paz y amor, pero como todo en la vida,
si hay luz entonces hay oscuridad.
Las redes sociales han traido varios cuestionamientos, algunos de los cuales
les ofrezco aquí: ¿canta o se ve mejor un cantante con sombrero
vaquero y botas? ¿Deben ser estos elementos indispensables en la indumentaria
del cantante country que se precie de tal? ¿Es la gorrita un elemento
non-sancto sobre el escenario? ¿La gorrita no es country? ¿Llegó
realmente el Hombre a la Luna?
Las respuestas a estas y otras incógnitas, no las encontrarán
en el siguiente ensayo, les advierto desde ya.
Cual Mar Rojo, el
mundo country se ha dividido y la nueva grieta que ha surgido nos trae dos insólitos
rivales, el Karadagián y la Momia del mundo country: el sombrero de cowboy
(o vaquero o cobói) y la gorra. La disyuntiva surge del hecho de que
en los últimos tiempos, es más y más común ver a
los cantantes country –por lo menos aquellos que dominan los ranking country
de la revista Billboard y la ceremonia de los premios de la Country Music Association
– con looks más cercanos a Enrique Iglesias que a Alan Jackson.
Esta distinta presentación del “nuevo” cantante country resulta
de una técnica que de nueva, ya no tiene nada y que tiene sus raíces
en el marketing del género.
Ya en los años 60, surgió el llamado “Countrypolitan”
o Country Cosmopolita: un country pulido, elegante, sofisticado y simpático
para los públicos citadinos, preferentemente blancos y adinerados. Fue
así que artistas que antes se presentaban con su colorido trajecito de
vaquero, con flecos y sombrero, y su pequeña banda acompañante,
pasaron a vestirse con smoking ellos y vestidos de gala ellas, con impresionantes
bandas sobre el escenario. Detrás quedaron los escenarios con decorados
de establo, gallinas y fardos de heno y las cantinas donde corría la
cerveza, para subir a unos nuevos templos del dinero con sofisticada iluminación,
humo y brillo, más cercano al pop que al mundo campirano, donde champagne
se ponía en las mesas. La idea era buscar un nuevo público, aquel
que escuchaba a Frank Sinatra, Dean Martin o Perry Como: ejemplos de este tipo
de cambio al Countrypolitan fueron artistas como Ray Price, Jim Reeves y Patsy
Cline.
Ray
Price |
Jim
Reeves |
Patsy
Cline |
Ese cambio de look y sonido es justamente lo que se ha estado gestando en los
últimos años: los chicos country ahora se presentan con gorritas,
con la visera preferentemente hacia un costado o atrás y es más
común que sus remeras luzcan un “Queen lives!” que un “The
Possum lives!”. Es más, quizás ni sepan quién es
The Possum. El sonido también es distinto, con cierta percusión
latina, preferentemente chasquidos de dedos y un cantito onda hiphopero o rapeado,
casi reggaetonero. No se olviden, amigos, que ahora también ha surgido
el Trap Country, una nueva invención marketinera que pretende captar
al creciente público hispano, a los afrodescendientes y alguna otra minoría.
Su nombre Trap, viene del término de los años 30s asociado con
un lugar donde se vendían drogas y alcohol. En los años 90s, la
música Trap surge del rap sureño, con historias de pobreza y violencia
y es el rapero T.I. quien se adjudica la invención de ese término
musical en su album del 2003, "Trap Muzik".
Por supuesto, para
los jóvenes menores de 20 años, que han crecido con este cambio,
mucho de esto es country. Dwight Yoakam o Clint Black les puede sonar tan distante
como Napoleón o San Martín. El nuevo público juvenil que
estos cantantes con su look y música han atraído, ha llevado a
que incluso los más veteranos recurran a la “técnica gorrita”.
Pero entonces, ¿qué hacemos con los sombreros de cowboy? Además,
si alguien usa un sombrero de estos ¿automáticamente lo convierte
en cantante country? Irónicamente, algunas de las mayores estrellas del
género prácticamente no usaban sombrero en sus presentaciones:
George Jones, Johnny Cash, Kris Kristofferson, John Denver, Kenny Rogers y otros
tan asociados con esta música, aparecían con un sombrero sólo
cuando filmaban alguna pelicula o en alguna publicidad. En sus casos, la cosa
entonces no pasaría por ese elemento.
Recuerdo hace años que amigos me decían “Qué bueno
está el tema country de Madonna!!” Pues resulta que la Reina del
Pop acababa de lanzar “Don`t Tell Me”, incluido en su álbum
“Music” en el año 2000 y se le había ocurrido vestirse
como una cowgirl, mientras era acompañada por unos chicos que se mandaban
unos pasos country. La canción, en ese entonces, tenía tanto de
country como La Cumparsita, pero de la forma en que ha cambiado el género,
hoy parece un tema hillbilly.
La diva Madonna, entonces vestida de vaquera, era country para muchos, aunque
también tenía menos country que Winston Churchill.
El look de sombrero estaba muy asociado al estilo country y entonces, los artistas
de otros géneros que decidían pasarse a nuestro bando, automáticamente
se calzaban un sombrero de cobói y presto!! ya se creían el nuevo
Hank Williams. Así lo hicieron algunos de los ejemplos que les ofrecemos:
Tom Jones, Roger Whittaker y David Gates. Eran grandes cantantes en otros géneros,
que habían de a poco ido haciendo incursiones en el género country
y ante la pérdida de su otrora popularidad, decidieron dar el salto definitivo
al country y el sombrero les vino al pelo, literalmente.
Entonces el sombrero pasó a ser un elemento de marketing: estos artistas
querían que se los viera como country. Pero también, con la explosión
del llamado movimiento Neotradicionalista de fines de los 80 y principios de
los 90, más y más productores necesitaban más y más
artistas y salían por cuanto boliche había a buscar la linda voz
y cara ignota, o sea, la próxima nueva estrella. Como no hay nada más
tradicional que el venerado sombrero de vaquero, a estas nuevas figuras se les
enchufaba uno inmediatamente. A estos noveles artistas se les pasó a
denominar “Hat Acts”, algo así como “Artistas del Sombrero”
y sí surgieron nuevos y excelentes valores más otros de dudosa
calidad, pero el creciente mercado ameritaba, exigía, un amplio menú
de nuevos rostros. Todos soñaban con ser el nuevo Garth o Alan. Ante
esta avalancha de “Hat Acts”, donde todo valía, reaccionaron
algunos artistas como Travis Tritt y Marty Stuart, quienes en 1991 salieron
de gira con lo que irónicamente denominaron el “No Hats Tour”.
Pero convengamos
que ni Dwight Yoakam, ni Clint Black ni Alan Jackson viven con su sombrero todo
el día: este es un instrumento que usan sobre el escenario, como parte
de un show, de todo un paquete que acompaña a la música. Es como
esos indios que viven en lugares turísticos y que están en su
casa viendo su Smart TV y cuando llegan los turistas, se ponen sus trajes cargados
con plumas y piedritas y salen a bailar la danza de la lluvia para cobrar propina
y unos dólares por sacarse fotos con los visitantes, en esos atuendos
que en la vida diaria, nunca usan. Todo un show.
Entonces si ayuda al show, bienvenido sea el sombrero: es lo que muchos asociamos
con la Música Country y seguramente nos ayude a apreciar un espectáculo
más redondo. Eso sí: que sea también un sombrero digno,
no esos sombreritos de plástico de fiesta infantil, de los que usaba
Carlitos Balá en sus sketches cómicos. Y por otro lado, si el
cantante se siente más cómodo con un simple gorra, bienvenida
sea también.
Lo que importa, en definitiva, es la música: que los artistas toquen
bien sus instrumentos, afinados, correctos, que tengan una buena selección
musical COUNTRY que no se agote en “Footloose” y “Sultans
of Swing”, que canten bien y si eligen hacerlo en inglés, que tengan
una digna pronunciación, sonando cercano a lo que dice la letra original.
Basta de cantantes que mastican un inglés Klingon, por favor.
Como dice el refrán: "A gran cabeza, gran sombrero" y porqué
no, una gorra.
Hasta la próxima.
Alan
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Raúl Tejeiro
(El Sombrerero Loco)
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